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Somatizar: los síntomas y nuestras emociones

Muchas veces creemos conocer la solución y origen a nuestros problemas físicos de salud, sin embargo lo que no sabemos es que una gran parte de nuestros síntomas se deben a nuestras emociones. 

 

Hasta hace relativamente poco, no se creía que la mente y el cuerpo estuvieran conectados, pero hasta los refranes ya lo venían diciendo: “El cuerpo habla lo que la mente calla”, ¡y cuánta razón! 

 

¿Alguna vez te has preguntado por qué aprietas los dientes por la noche? ¿Por qué a veces te sientes mareada? ¿Por qué muchas veces sufres dolor de cabeza? Déjanos decirte que en muchas ocasiones, estos síntomas son respuestas de nuestras emociones que quieren salir a través de nuestro cuerpo porque necesitan expresarse de alguna manera. 

 

¿Qué significa “somatizar”? 

Estamos muy acostumbrados a sentir un dolor y seguidamente recurrir a un “parche” farmacológico sin pararnos a pensar por qué puede surgir esa molestia, de dónde viene. Si bien es cierto que una gran parte de las dolencias que experimentamos pueden originarse en patologías o afecciones que tenemos genéticamente o de cualquier otra índole. 

 

Sin embargo, hay muchos otros síntomas que se manifiestan de forma física pero que su origen no es físico, sino emocional. A esto nos referimos con “somatizar”. Con esto, lo que queremos decir es que nuestro cuerpo está influido por nuestras emociones, y viceversa, por lo que es súper importante que atendamos nuestra salud a nivel mental al igual que también lo hacemos en lo físico. 

 

Tipos de somatización 

El problema mental que padezcamos en ese momento se manifestará mediante un síntoma u otro, y los más frecuentes son: 

  • Síntomas neurológicos: como cefaleas o migrañas, debilidad muscular, insomnio, desmayos…
  • Síntomas cardíacos: falta de aire, presión en el pecho, taquicardias, mareos… 
  • Síntomas gastrointestinales: diarrea, estreñimiento, náuseas, úlceras, intolerancias alimentarias, pérdida de apetito… 
  • Síntomas sexuales: desajustes en la menstruación, pérdida de apetito sexual…
  • Síntomas dermatológicos: dermatitis, picores, eczemas…
  • Síntomas dentales: bruxismo es el más frecuente. 

 

La somatización, ¿tiene tratamiento?

El problema radica en que, cuando padecemos algún dolor o molestia, intentamos eliminarla a toda costa cuando lo que debemos hacer es escucharla y comprender de dónde viene. 

 

Vamos a ponerte un ejemplo:

 

Paula tiene un trabajo en el que trabaja sus 40 horas semanales, ella es una persona alegre, tranquila, sin embargo, diariamente tiene que lidiar con el comportamiento tóxico de su jefa y con el trabajo que se acumula y que cada vez es mayor, al que humanamente  resulta imposible llegar a todo lo que le exigen.

En este trabajo Paula lleva 3 años pero hace dos semanas comenzó con mareos repentinos y dolores de cabeza fuertes que le asustaron enormemente, ¡pensó que le estaba dando un ataque a la cabeza o al corazón! Esto le hizo ir al médico inmediatamente ya que esos mareos no eran muy normales, por lo que le derivaron a la cardióloga y neurólogo para descartar problemas más graves.

Ya en el hospital, a Paula le hicieron pruebas específicas, resultó tener taquicardias, sin embargo, el corazón estaba totalmente sano y con los valores completamente normales. Fue tranquilizador para Paula no tener una patología grave como ella pensaba. Más tarde, le derivaron a la consulta de neurología, donde una prueba comprobaba que, efectivamente, tampoco tenía nada extraño en la cabeza que le pudiera desencadenar mareos.

Por fin, la médico de cabecera, al obtener los resultados tranquilizadores, dio con la clave de todo: “Paula, estás bien, no tienes nada físico patológico que te provoquen esos mareos. Lo que te causa todo esto probablemente te lo causen las cervicales, donde acumulas toda la tensión, estrés y ansiedad que estés pasando, y como esa tensión y ansiedad no las dejas salir o expresar, se manifiestan en forma de desvanecimientos repentinos y migrañas”. 

 

¿Qué puedo hacer?

La clave para reducir esa somatización es escuchar nuestras emociones y cambiar la dinámica de nuestro comportamiento. Entonces, ¿qué podemos hacer? 

En el caso que os hemos puesto, deberíamos preguntarnos: 

  • ¿Qué molestias tengo?
  • ¿Cuánto tiempo llevo con estas sensaciones? 
  • ¿Qué estoy viviendo actualmente que me pueda estar afectando a mi salud física?
  • ¿Qué puedo hacer para controlar y gestionar esas emociones desagradables? 

De esta manera, prestaremos atención a lo que pudiera ser el origen de nuestro problema físico y atajarlo de raíz. No solo estaremos dando con el origen de lo que nos ocurre, sino también con la posible solución: saber gestionar nuestras emociones en algunos casos y, en otras ocasiones, identificar de qué ambientes, situaciones o personas debo alejarme.



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